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El buen liderazgo

Un buen líder alinea a todos en pro del proyecto común

Un buen líder alinea a todos en pro del proyecto común

El buen liderazgo

Cuando el momento es complicado, las marcas tienen que cambiar. También si el momento es positivo. Ya lo dijo el empresario estadounidense Jack Welch “cambia antes de que tengas que hacerlo”.

Pero no hay cambios sin líderes que decidan. No hay innovaciones poderosas si toda la empresa o institución no están alineadas. Y ese necesario alineamiento empresarial no puede producirse si quien lidera no está al frente, convencido de esa necesidad, responsabilizándose y produciendo el cambio. Entonces, ¿cuál es el el buen liderazgo?

Me gustaría compartir con vosotros algunos perfiles de liderazgo que me he encontrado a lo largo de mi trayectoria profesional y que me dispongo a enumerar. Pienso en personas concretas, hombres y mujeres que he tenido la suerte de conocer. Digo suerte porque de todo se aprende.

El líder natural.

Más que carismático, es empático. Hace y deja hacer. Construye una gestión participativa del asunto. Es una persona formada y equilibrada. Sabe que la diferencia y variedad es importante y consigue que personas que piensan de manera diferente se sumen al proyecto con su diferente aproximación. Esas visiones más lanzadas o más conservadoras o lo que yo denomino pensamientos perpendiculares, dependiendo del momento, pueden ser necesarias. Sabe “leer” las diferentes situaciones. Sabe que la innovación permanente es lo único que le permite sobrevivir. Es un líder valiente pero no inconsciente. Intuye cuándo ha llegado el momento de cambiar. La satisfacción de sus colaboradores es alta, generando organizaciones con una cultura abierta, participativa, rica y entusiasta.

El líder oportunista o líder gaviota.

Llega, sobrevuela y se marcha. Líder efímero, suele ser muy carismático pero va a lo que va, es decir, a lo suyo. Un líder de altos vuelos. No le interesa la empresa donde está, le interesa su propia carrera profesional. Suele intentar quedar bien con todos. Están los que no toman grandes decisiones, porque saben que lo suyo es transitorio y no quieren problemas. También los que las toman porque no tienen miedo y/o porque podría ser un trampolín si la cosa sale bien. Esa ausencia de miedo es una bendición en algunos casos y un problema en otros. Logra enamorar a muchos, que luego se quedan desolados después de su partida.

El líder contable.

No le hables de estrategia, lo suyo son los números. No entiende de marcas ni de emociones, solamente de cifras, balances, ratios y porcentajes. No suele generar empatía, aunque tampoco necesariamente antipatía. El proceso, la norma, el manual, son pilares en los que se apoya. Desde luego muy desaconsejable para entornos dinámicos y marcas aspiracionales. Tiene miedo al cambio. Para momentos de constricción, puede ser adecuado.

El no líder.

No quería ese puesto pero, o bien no había nadie más indicado, o bien es un puesto heredado. “Es que soy el hijo del dueño, pero esto en realidad no va conmigo”. Es un líder un poco forzado. No está cómodo, pero intenta hacerlo lo mejor posible. Es valorado porque suele ser una persona empática, pero no agresiva. Si se rodea de personas agresivas alrededor, sufrirá mucho. El cambio le cuesta.

El tirano.

Cree que todos deberían tener la misma formación, preparación y emoción respecto a ese proyecto común. ¡¡¡ Es que no lo ven!!!. Considera que los trabajadores, son suyos. Nadie le explicó la diferencia entre el accionista y trabajador. Lo de la horizontalidad no va con él. Él es el jefe y los demás son soldados. A veces es también el hijo del dueño, pero con una personalidad bien diferente al anteriormente citado. El cambio es peligroso porque podría alterar el status quo, que es suyo.

El líder miedoso.

Tiene terror a la equivocación por lo que lo consulta todo. Muy voluble. Suele rodearse de mediocres, porque los que brillan pueden robarle su posición o evidenciar sus carencias. Nadie debe de hacerle sombra. Si está en organizaciones grandes, suele estar incómodo. No tiene futuro, pero mientras está suele hacer daño a la organización y a los que dependen de él/ella. El cambio le produce urticaria.

El visionario.

Ve siempre más allá. Intuye el futuro. Sabe donde estará la pelota y dónde tiene que ir su empresa. Relaciona temas, empresas, personas, oportunidades. Todo mezclado. Es un ser ilusionado y contagia su ilusión. Su perdición es la falta de concreción y la posible precipitación. No suele tener los pies en la tierra. Necesita siempre un contrapeso que le permita “aterrizar”. Quiere cambiar más rápido de lo que la estructura, cultura y organización pueden. Incluso más rápido de lo que la oportunidad puede aconsejar.

El sabelotodo.

Es realmente brillante. Seguro de si mismo/a, sabe hacer. Genera tal admiración que en ocasiones impide el desarrollo de las máximas competencias de los que le rodean. Se sienten pequeños a su lado.  Suele generar cuellos de botella porque esa persona tiene tanto criterio que anula el criterio del resto. No se atreven a tomar decisiones hasta que el jefe o la jefa den su visto bueno. Pero no es Dios ni diosa, y el cambio debería de empezar por sí mismo/a.

El buen liderazgo es aquel que permite que las cosas que tienen que ocurrir,  ocurran. Las que sean. Ya sea un lanzamiento de una marca nueva, reposicionamiento de marca, un proceso de internacionalización de la empresa, un programa de fidelización de clientes, un cambio de hábitos o cambio de cultura o de política de servicio…. El buen liderazgo no tiene una personalidad concreta, ni categorización ni perfil. Ya sea una o varias personas, el buen liderazgo lo que tiene es que permitir la evolución ajuste y reajuste permanente de la empresa, para que ésta alcance su máxima potencialidad.

 

Miguel Yáñez

Director general de Primero Estrategia

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