Desde la infancia, Donald Trump aprendió lecciones duras de su padre, Fred Trump. Se cuenta que Fred criticaba sin piedad a su hijo mayor, Fred Jr., cuando no cumplía con sus expectativas, y se mofaba aún más cuando éste intentaba disculparse. Fred Jr se refugió en el alcohol, Donald, que sigue sin beber una gota, en el éxito. Decidió que el mundo era duro y que ganar era el único camino posible. Decidió que nunca soportaría esas burlas y descubrió que la mentira podía ser una herramienta poderosa para evitar su vulnerabilidad.
No es la primera vez que una infancia bajo un autoritarismo extremo da forma a un personaje implacable. Otro niño herido por el abuso paterno fue un tal Adolf, cuya figura autoritaria se convirtió en un símbolo de control absoluto. Quizás por eso, en una declaración polémica, Trump afirmó que Hitler «también hizo algunas cosas buenas». Historias paralelas de supervivencia en un entorno familiar opresivo que los moldeó para siempre.
Con el tiempo, Donald Trump ha desarrollado Una combinación arquetípica ganadora. Una mezcla que a la postre se ha visto como muy poderosa
- El Rebelde: Este arquetipo representa la ruptura con el statu quo y el desafío a las normas. Trump construyó su imagen como un outsider, alguien que no se somete a las reglas tradicionales, critica las élites y promete un cambio radical. Esto resuena con aquellos que sienten desconfianza hacia el sistema y buscan una voz que desafíe las instituciones establecidas.
- El Héroe: Para muchos de sus seguidores, Trump es un héroe que lucha por la gente común y defiende los valores que ellos representan. El Héroe busca demostrar coraje y determinación al superar obstáculos por el bien de los demás. para muchos representa un símbolo de fuerza y determinación. “El héroe que es capaz de sobrevivir a atentados es el líder que podrá defender nuestra patria” debe ser lo que se esconde detrás del pensamiento de sus votantes.
- El Triunfador: Trump ha cimentado su identidad como un hombre que “logra lo que se propone”, alguien que inspira admiración a través de sus éxitos empresariales, su estilo de vida ostentoso y su confianza. Su mensaje de “ganar” y “ser fuerte” proyecta la imagen de un triunfador, un ganador que obtiene resultados y, por ello, atrae a quienes aspiran a la riqueza y el éxito personal.
Esta mezcla arquetípica resulta extraordinariamente atractiva que se potencia cuando se apoya en mensajes directos, repetidos hasta la saciedad, sin importar si son verdad o mentira. La plataforma X, anteriormente Twitter, es su canal predilecto para amplificar este mensaje sencillo y constante. La pasión, el ingrediente mágico final.
Que alguien tan controvertido, un populista y mentiroso compulsivo, esté a punto de convertirse en el próximo presidente de medio mundo, es un hecho alarmante. Todo un espaldarazo para los Alvises, Mileis, Maduros… que ven que la formula funciona.
Trump no es solo un personaje; es un síntoma de algo mucho más profundo y preocupante. Representa la decadencia del sistema democrático tal como lo conocemos, un sistema que parece cada vez más vulnerable a los embates de quienes se presentan como salvadores y que necesitan la polarización que solo puede acabar en la guerra.
Personalmente apuesto por el arquetipo del Sabio. Pero no un sabio, sino un conjunto de ellos que guíen y fortalezcan un sistema verdaderamente democrático en el que las decisiones se tomen con conocimiento y visión amplia, y no simplemente con fines de poder y dominio personal cortoplacista.
Miguel Yáñez
CEO Primero Estrategia